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La Vida Después de un Incendio

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Lorena Hernández se sentó llorando en el piso de la cocina mientras sus hijos jugaban fútbol en la sala sin muebles de un departamento propiedad de la ciudad en Treasure Island. Hace tan sólo un mes, el seis de mayo, Hernández, madre soltera de cinco niños, estaba cocinando panqueques para su familia en su hogar desde hacía 16 años en la calle Valencia. Poco después, escuchó a sus hijos y a su hija gritar las palabras que cambiaron sus vidas: “¡Un incendio! ¡Un incendio!”

Su familia logró salir ilesa, pero el incendio de categoría cuatro destruyó dos edificios y dejó a por lo menos 37 personas sin hogar. La causa del incendio todavía está por determinarse una vez que la investigación concluya, según un representante del departamento de bomberos.

Hernández, de 31 años de edad, y su familia estaban tan consternados después de haber escapado el incendio que comenzaron a caminar sin dirección alguna en particular y sin otra ropa más que las piyamas que vestían en ese momento, hasta que un agente los detuvo.

“No sabía qué hacer, a dónde ir”, dijo.

Ese sentimiento no ha cambiado. Un mes después de que el incendio destruyó su departamento, la familia se encuentra a punto quedarse sin techo y están abrumados con la búsqueda de vivienda en un momento en que la ciudad está experimentando una grave escasez de vivienda.

Mientras que otros inquilinos se quedaron con amistades y familiares, Hernández, una trabajadora en una cafetería, no tiene esa opción ya que su hermano y su hermana viven en una vivienda hacinada y sin espacio adicional.

“Uno se da cuenta de qué tan solo está”, dijo. “Creí que podía contar con cierta gente, pero ahora me doy cuenta que no es así”.

La familia se podrá regresar a su departamento de dos recámaras una vez que esté rehabilitado conforme a la ley de San Francisco; no obstante, el proceso podría tomar años.

Mientras tanto, la oficina de Servicios Humanos de la ciudad los ha colocado en vivienda pública hasta septiembre. Después de eso, Hernández y sus hijos estarán por cuenta propia.

La Vida en Treasure Island No Es Fácil

La familia completa de once —Hernández, sus cinco hijos, su hermano y su esposa y dos de sus hijos—  fueron colocados en dos hogares diferentes en Treasure Island.

Después de haberse mudado a una unidad de tres recámaras hace algunas semanas, se le dijo a Hernández que le habían dado el hogar incorrecto y le pidieron que se mudara a una unidad diferente. Fue la quinta vez que se mudó en cuatro semanas; antes de llegar a Treasure Island, la familia se quedó en tres hoteles diferentes.

Tres días después de su estadía, un vecino mayor supuestamente acosó a su hijo de 13 años de edad Josué, y su primo.

“Nunca antes se había metido en peleas”, dijo. “Ahora los escuchó diciéndose cosas como ‘necesitas ser parte de un grupo para estar a salvo’”.

A Lorena le preocupa que Josué se haya negado a contarle del incidente porque no quería que lo llamaran un soplón.

“En la ciudad uno le puede gritar a la gente y las personas alrededor pueden escuchar”, dijo la mamá de Hernández, Gloria Castillo. “Aquí no”.

Esa no es la única preocupación de Hernández —sus dos hijos más grandes comenzaron a culparla por la situación.

“Vamos a ir a un refugio”, le dice uno a menudo.

Traumatizados por el Incendio

El día el incendio, la familia completa de Hernández logró salir a la calle a excepción de su hijo de ocho años de edad, quien todavía estaba adentro durmiendo. Hernández regresó al interior del tercer piso del edificio en el 204-208 de la calle Valencia mientras las llamas se acercaban a su departamento. Hernández encontró a su hijo y lo cargó por las escaleras.

Cuando ahora escucha sirenas, el niño se espanta y ella también, precisó.

Hace algunos días, cuando Hernández recogió a sus hijos de la casa de su hermana en Richmond, uno de ellos le contó de un incendio en una colina.

“Mi corazón comenzó a latir muy rápido y empecé a sudar”, dijo. “Es como si estuviera volviendo a vivir lo que sucedió”.

El Programa del Buen Samaritano

Para inquilinos como Hernández, la esperanza llega en la forma del programa Buen Samaritano de San Francisco, el cual le permite a los caseros ofrecer una renta descontada a víctimas de desastres —como incendios y terremotos— de hasta un año sin comprometerse al arrendamiento a largo plazo.

No obstante, en este caso el programa no ha ayudado porque sólo pocos caseros han decidido ofrecerse.

Benjamín Amyes de la Oficina de Servicios Humanos declaró haber encontrado a dos caseros dispuestos a rentar una recámara cada uno, pero los espacios eran demasiado pequeños. Todavía está en busca de caseros, precisó, pero el programa no ofrece ningún incentivo para que participen.

Hernández se aferra a esta posibilidad porque hasta el momento su búsqueda de vivienda no ha rendido frutos.

Cuando se le preguntó qué pasaría si no pudiera encontrar un lugar en San Francisco, sus ojos se pusieron llorosos.

“Trato de no pensar en eso porque me entristece”, dijo.

 

 


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